Reportaje fotográfico del PABELLÓN DE RECEPCIÓN Y VESTUARIOS en Llanes

Promotor: Selva Asturiana S.L. (facebook oficial: https://es-es.facebook.com/selvaasturiana)

Arquitectos: Carlos Bermúdez, José María Guitián, Andrés Hernández, Diana Hernando

Arquitecto Técnico: Rubén Hernando

Constructora: Dencoir S.L.

Fotografía: Iván Remis + Estudio Bher

El edificio de recepción y vestuarios forma parte de una intervención más amplia que recupera una parcela boscosa de 7 hectáreas, en estado de abandono y degradación, para convertirla en parque de aventuras y espacio divulgativo de la naturaleza asturiana.

La parcela se ubica en el noreste de Asturias, a escasos kilómetros de la población de Llanes, muy próximo a la costa del Mar Cantábrico, y enmarcado en su vertiente sur por los Picos de Europa.

Se trata de una zona de gran diversidad de flora y fauna, y en la que se ubica la boca de la Cueva de la Herrería, que constutiye un Bien de Interés Cultural, con pinturas rupestres y que se encuentra en la actualidad cerrada al público.

Desde el primer momento supimos que el edificio debía ser concebido como un elemento más del contexto. Es un objeto que “pasa”, no pensado para permanecer, y que, por ello y para no entorpecer el curso de la Naturaleza, se “posa” de forma pasajera en ella. Elige colocarse con respeto, mimetizándose con el entorno, camuflándose en él y sin dejar cicatrices.

No tenemos un solar, ni preexistencias arquitectónicas, solo árboles, -unos ancianos, otros jóvenes-, cuetos, musgos, rocas, matas, que deben respetarse, ellos ya estaban allí. Nuestro edificio rechaza el protagonismo, porque su existencia, al igual que la del resto de elementos naturales, podría ser efímera.

El promotor nos plantea unas necesidades hoy, pero no descarta crecimientos futuros, ni tampoco decrecimientos; ni siquiera descarta la desaparición del edificio, y que el bosque vuelva a ser solo bosque.

Tenemos que pensar en una construcción fácilmente montable, y desmontable, capaz al mismo tiempo de resolver las necesidades de un programa sencillo pero variado, y que se adapte a un espacio definido por los troncos esbeltos de robles, abedules y plátanos.

Trabajamos con un único módulo independiente y su repetición, de tal forma que el edificio puede ejecutarse en fases distintas, respondiendo a las necesidades circunstanciales del parque. Como si de un proceso de reproducción celular se tratase, el pabellón puede ampliarse mediante sistemas de colonización progresiva, o dividirse en dos nuevos entes procedentes del original. De forma idéntica pueden amputársele módulos sin que afecte a la estructura del conjunto, o incluso eliminarlo completamente.

El resultado es un edificio de una sola planta que flota sobre el lugar en que se ubica y resuelve de forma sencilla y funcional las necesidades de un programa en estado germinal.

Las premisas que rigen la concepción material del edificio son exactamente las mismas que originan la organización espacial del programa, y para darles respuesta elegimos como materiales principales la madera, el acero y la propia naturaleza.

Incorporamos la acción de la naturaleza, del tiempo y de los propios usuarios. Queremos que sean ellos quienes den el acabado, quienes garanticen que el edificio de verdad se camufla en el entorno, se integra en él, es parte del mismo.

Disponemos en todas las fachadas unos grandes bastidores metálicos a modo de lienzos transparentes. El usuario los llena con materiales reciclados del propio bosque, con maderas, con musgos, con hiedras. La cubierta es también vegetal, y transitable.

El edificio se convierte así en un ente vivo, que evoluciona y pasa por diferentes estados de acuerdo con la orientación solar o la época del año, siendo reflejo de su entorno y en permanente interacción.

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